Entre mis alumnos me estoy ganando cierta fama de despistado y está absolutamente... fundamentada. Por esto me he acordado de una anecdotilla de uno que era peor que yo. Tan despistado que, a pesar de ser compañero de clase de Hitler, no le hacía tanto caso como las masas que le siguieron durante los años 30.
Wittgenstein (1889-1951) fue un filósofo, austríaco de nacimiento, que se encontraba manteniendo una entretenida conversación con una amiga en la estación de ferrocarril. De repente, el tren arrancó y empezó a deslizarse por la vía. Wittgenstein, apurado, echó a correr y alcanzó un vagón en el último momento. Detrás se quedaba su amiga en el andén:
- No se preocupe señora -le dijo el empleado de la estación-, dentro de diez minutos sale otro.
- Usted no lo entiende -le constestó ella-, él había venido a despedirme.
3 comentarios:
Parece ser que no soy el único. Jejeje.
El que no se consuela es porque no quiere.
Un saludo.
Jaja!! Y yo me quejo porque pierdo las llaves con frecuencia...
Un saludo.
Estaba seguro que no era yo sólo... En cuanto a las llaves, en 5 años en este centro ya llevo tres juegos.
Saludos domingueros a ambos, compañeros.
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