
Impagable la flecha no exenta de veneno que me lanzó, sin miramiento alguno, mi adorable alumno F.: "maestro, hoy sólo hemos dado dos párrafos".
El proyectil no me creó demasiadas preocupaciones, con lo aburrido que suele ser el depender, exclusivamente el libro de texto... Mi idea de dar una clase no se vio afectada por esa perturbación de F.
Pero el viernes pasado me ocurrió algo más serio, un torpedo directo a la línea de flotación de mi ego como profe: se me durmió un alumno. Y esto sí que es indicativo de que algo estoy haciendo mal.
Yo sé que la visión de Fraga en bañador a las 2 de la tarde no es lo mejor para mantener la atención de alguien (estábamos viendo
los sucesos de Palomares), pero de ahí a estar durmiendo (¿o mejor dormido?), creo que va un largo trecho.
Visto lo visto, le dedico los versos de la semana a mi alumno sin par llamado G., y os deseo un feliz domingo a todos:
En memoria de Morfeo
tengo a media hasta el párpado
es la hora de la siesta
veo un tronco y una sierra
y un rebaño de ovejitas
y un montón de zetas.