Terror en el Sequeros II

¿Terror? Se asomó al pasillo principal y escuchó claramente como algo o alguien subía por las escaleras. ¿Policía? ¿Y por qué leches la policía iba a poner música?

Pies que se arrastran, uñas golpeando el pasamanos, un leve quejido… Fran vio cómo dos siluetas, una alta y otra mucho más baja acababan de subir las escaleras y se dirigían hacia donde estaba él.

Fran ni siquiera se atrevió a enfocar a las figuras con la linterna y echó a correr por el pasillo de los primeros de la ESO. Su plan de salida estaba claro porque lo tenía pensado de antemano: llegar hasta el final de ese corredor azul, girar a la izquierda y dirigirse, a través del pasillo amarillo del salón de actos a las aulas de 3º de ESO que hay al girar a la izquierda, bajar por las escaleras que bajan por la izquierda y dirigirse a su vía de salida: 4º C.

Cuando llegó al cruce entre el pasillo de los primeros y del salón de actos se quedó helado. ¿Había visto una sombra al otro extremo del corredor? Mientras, a la altura de las aulas de informática se acercaban la sombra alta y la enana. La música aumentaba su volumen: claramente se podía distinguir en ella un clavicordio.

Fran las enfocó con la linterna y se le cayó el alma al suelo junto con el cuter que había sacado de su mochila para enfrentarse a lo que fuera. Era un hombre corpulento con pinta de profesor de los años 30 junto con un niño vestido a la usanza de esa misma época, lo terrorífico era su mirada, la palidez y la sangre que caía por el costado del mayor y por las orejas del niño, sangre que dejaba un reguero por todo el pasillo. Sangre tan espesa y abundante que…

Una mano infecta le agarró por detrás. Una legión de seres deformes, todo estaba demasiado oscuro, avanzaba a través de las escaleras que se dirigen al patio. Sintió que perdía el control de su cuerpo. En el último momento decidió luchar con todas sus fuerzas pero tres pares de brazos, que se convirtieron en veinte y luego en mil, le impedían cualquier movimiento.

Las manos frías pero firmes como el hierro le agarraron y arrancaron su chaqueta y mochila. Las figuras se agacharon sobre él. Sintió como multitud de dientes desgarraban primero su camiseta y después sus músculos y cómo afiladas uñas hurgaban en sus tripas retorciéndolas, estirándolas. Fran aullaba como un animal mientras su cuerpo era lentamente desmembrado. Fue capaz de ver como uno de esos seres masticaba su mano lentamente, sin prisas, separada de su brazo.

De repente todo terminó, dejó de sentir aquél atroz dolor y una dulce paz le invadió. Sin duda no había sido más que una pesadilla, sin duda iba a despertar en su casa, junto a su hermano, y todo volvería a ser como debía ser. Se trataba de una pesadilla, seguro que iba a despertar...







2 años después…

Elisa sintió cómo la humedad llegaba a su piel. Se apoyó en la verja del instituto Antonio Sequeros, cerca de la casa del conserje. Lo tenía todo bien planeado…